ENTREVISTA I


David G. Panadero pregunta...


Volvamos a tus inicios. Tenías 27 años cuando dirigiste, junto con David Alonso, Memorias del ángel caído (1997). Desde entonces se te conoce como director de cine y guionista, pero muchas veces me dices que eso no es del todo cierto, que tú pasabas por allí… Hasta ese momento pintabas cuadros, trabajabas en publicidad, y escribías cuentos por mero placer. Han pasado bastantes años, y ahora debutas como novelista con Necróparis. ¿Con cuál de todas estas actividades te identificas más? ¿Cuál te permite expresarte con más libertad? La pintura, la escritura, el diseño gráfico, el cine…

Supongo que todas, cada una en su momento, y ejercitadas en exclusiva durante largos periodos de tiempo. Pero a tenor de los resultados, sin duda serían la pintura y la literatura las que mejor cuentan quién soy, o cuál es el misterio que percibo del mundo.

Sin embargo es en mis oficios diarios de guionista y profesor de cine donde me muevo con mayor destreza. Aun así hay que estar alerta para que la rutina no reste frescura.  

Al margen del medio en el que te muevas, en tus obras más personales, como son Memorias del ángel caído y Necróparis, apreciamos un mismo telón de fondo: individuos frágiles intentando adaptarse a un entorno que siempre es cambiante. Si me permites la broma, ¿te cuesta mucho meterte en el papel?

¡Es que ellos son siempre yo! Me resultaría imposible inventar a un Casanova, o a un meapilas, o a un canalla, porque no soy ninguna de esas cosas. Supongo que en el fondo escribimos gentes que son fracciones de lo que somos, al menos nuestros personajes más consistentes tienen lo bastante de nosotros que nos permiten ofrecer reacciones humanas ante situaciones absurdas.

En ese sentido, tanto el protagonista de la novela como el cura de Memorias son partes de un mismo yo, ambos angustiados ante la confusión. Como dijo Borges: la irrealidad es un atributo de los infiernos. Y de eso tratan estas historias. 

Al igual que muchos de tus escritos, Necróparis reivindica la subjetividad de forma violenta: tiempo y espacio se vuelven relativos y escurridizos, los detalles más accesorios cobran una importancia desmedida, y, como en los lienzos expresionistas, la emoción distorsiona el decorado. ¿Qué hay en tu retrato de París que pueda ser útil para los demás? ¿Crees que conocerán mejor la ciudad después de leerte?

Yo creo que conocerán una ciudad que yo fundo a raíz de lo que percibí en el París real. Y por supuesto que reivindico la subjetividad, ¡hasta en los documentales!, porque es lo único verdadero que alguien puede ofrecernos: su visión del mundo en base a esos detalles que comentas. Las personas no pueden definirse con cuatro adjetivos pero sí a través de sus percepciones, aparentemente triviales. Dime en qué te fijas y te diré quién eres.

Como apunta una frase publicitaria de la novela, París ya nunca será igual. Y es cierto. Para mí este París se impone ya al real. Es como cuando visitas Baker Street, en Londres, y le das una dimensión que esa fea calle no tiene, pero proyectas allí detalles y sucesos que pertenecen al ámbito de la ficción. Creo que fue André Bretón quien dijo que, lo más increíble de lo fantástico es que, como lo fantástico no existe, todo es real.

Dedicaste la novela a tu mujer. ¿Comparte ella tu sensibilidad? ¿Se sintió halagada? ¿Le gustó leerte?

Se le saltaron las lágrimas un par de veces y al final tuvo una buena llantina. Parte de la aventura es real, pero son precisamente las partes de ficción las que más le llegaron al corazón, todos esos momentos de angustia extrema donde la pareja se hace tan cómplice que acaba fundiéndose en una sola persona. Al final, casi sin darme cuenta, he escrito una historia de amor. Y quizá sea eso lo que le da tanto peso al terror: el cariño rutinario de este matrimonio en medio de la brutal pesadilla. Una especie de Dos en la carretera… al infierno.

Para escribir una novela como la tuya hay que tener poco pudor. No todos se atreverían a desnudarse de esa manera… Parece que no te importara quedar mal…

¡Pero si no quedo mal! Además, aunque así fuera, tengo ya una edad como para que esas boberías no me afecten. Con los años descubres que lo más fascinante que te puede ofrecer la gente son sus verdades más ocultas. Y yo quiero ser generoso. Pero cuidado, aunque esta novela sea altamente personal no significa que sea autobiográfica, la ficción se inserta con tanta fuerza que es imposible inundarla con mis aburrimientos existenciales. Es personal en la medida en que soy yo jugando en ese mundo, son mis actuaciones driblando demonios, la pura expresión de mis miedos más básicos.

¿Cómo empezaste a escribir Necróparis? ¿Quién pensabas que la acabaría leyendo? ¿Te imaginabas que alguna editorial, como NGC Ficción!, asumiría el riesgo de publicarte?

Todo nació con el viaje a París que mi mujer me regaló para celebrar mi cumpleaños. Descubrimos una ciudad que poco tenía que ver con lo que vendían las películas. Destilaba misterio, magia, e incluso terror. Al regresar a Madrid, continúe con la preparación de dos películas de La Huella del Crimen, pero el rodaje se retrasaba constantemente por líos de financiación. Y sin embargo París seguía ahí, presente, en una eterna rememoración a la que se fueron añadiendo elementos de ficción. Fue entonces cuando me di cuenta de que necesitaba conservar el aroma ambiental de aquellos tres días, cincelar en palabras lugares, espacios y gentes, llevando nuestros paseos al límite y convirtiendo el hotel en una casa del horror.

En realidad, la novela era básicamente para mí. Y puede que para mi mujer, que compartió tiempo y espacio. Quizá para algún amigo cercano. En el mejor de los casos, pensaba solicitar cinco o seis ejemplares a una imprenta digital, y fin del asunto.

Pero mi hado madrino pensó que tenía mucha más cancha. Y la aireó. Y en breve apareció en escena Pily B. y su NGC Ficción!, con una declaración de principios tan similar que nos hermanaba. Me emociona ver que, tras su afinado editorial, ella siente la novela como propia. Y eso es lo mejor que puede tener un editor: confianza y propiedad moral más que legal. Al fin y al cabo, también es su obra.

Un consejo elemental que se recomienda desde todo tipo de foros a los nuevos escritores, es que aborden un tema que interese al gran público, y para confirmar que así sea, que empleen Google para ver la popularidad de ese tema. Da la impresión de que tú has hecho lo contrario, al escribir una vivencia estrambótica que difícilmente pueden compartir los lectores. ¿Es una provocación, o simplemente es tu forma de expresarte?

Yo simplemente me alquilé a mí mismo durante ese lapsus de tiempo entre rodajes para regalarme una novela que conservara los recuerdos ambientales de aquel viaje, pero sin pensar en publicar. Poca provocación puede haber en este ejercicio de formol literario.  

Pero me parece catastrófico aconsejar a futuros escritores que complazcan a los intereses del gran público. ¿Cuáles son esos intereses? ¿Las listas de ventas? Suelen estar bastante amañadas así que no creo que representen un interés real. El público, como decía Billy Wilder, es muy voluble, y lo que está claro es que no sabe lo que quiere y sólo espera seducción. ¡Todos somos público! Así que, contrariamente a esa recomendación, yo les diría a los escribanos que siguieran el proceso de hacerse un encargo. ¿Qué te gustaría leer y no has encontrado en el mercado? Así, si al final no te publican, al menos ya tienes un futuro lector: tú mismo. Date ese regalo. Es mucho menos frustrante.

Yo vengo del mundo del cine, donde hay que hacer tantas concesiones que el proceso se hace muchas veces insoportable. Y no pretendo abrirme a este nuevo medio para duplicar mis dosis de sufrimiento sino para tener la libertad de encontrarme un poco a mí mismo. Y puede que con ello sea mucho más útil al lector, sea cual sea su condición.  

En muchos momentos de la novela, los protagonistas son poco más que mirones, que asisten con resignación al pequeño apocalipsis que les rodea. ¿No crees que la actitud de mirar, el voyeurismo, es muy típica en nosotros, en nuestros amigos, los escritores y cinéfilos? ¿Imaginas un remake de La ventana indiscreta siendo nosotros –y también Juan Ramón Biedma, Scarlatti, Francis P. Fernández, Pedro de Paz…– el vecindario?

Sería un remake inaguantable, ahí todos mirándonos unos a otros, tan galateamente feotes... Quizá mejor si ejerciéramos de asesinos de esposas, sirviéndonos coartadas los unos a los otros. ¡Esta segunda propuesta es genial! ¡Los viudos del patio interior! Si Simenón o Highsmith levantaran la cabeza…

Volviendo al voyeurismo, yo creo que es una actitud social creciente. Cada vez hay más tiempo libre y más ventanas a las que asomarse: tv, blogs, facebook, webcams… Pero nada como lo sugerido para que el espectador se active. Hay que enseñar solo la punta del iceberg y dejar que los demás inventen el resto, así siempre habrá algo de ellos y el juego será personal. ¿Te has dado cuenta que los protagonistas de NECRÓPARIS carecen de descripción física ó profesional? Son todo lo contrario a un curriculum, que en realidad nunca define o explica a la persona. Me encantaría leer un apartado de “aficiones” donde alguien dijera: Ahogo hormigas en alcohol, porque se hunden más rápido. Cronometro los tiempos. ¡Qué individuo tan notable! (No utilizar esta táctica curricular extrema, los jefes de personal son más conservadores que sus abuelos)

Por cierto: me doy cuenta de que nunca has escrito un verdadero héroe, uno de esos personajes soberbios y magníficos que dan lecciones de moral a los corruptos y se acaban llevando a la chica. ¿Qué tipo de personajes te gustaría escribir ahora?

No soy un héroe, lo siento, no sé ponerme en ese pellejo. Aunque me encantaría llevarme a la chica. Bueno, en realidad me la llevé hace veinte años. Y hasta me casé con ella.

No sé qué tipo de personaje me gustaría escribir porque en general me suele enamorar primero una trama, una situación, un ambiente… Luego viene la gente que puebla ese planeta. A veces ocurre a la vez. Y aunque tengo mil ideas pendientes, muchas transformadas en guiones que originariamente fueron gérmenes de novelas, no tengo claro del todo el siguiente paso literario. Las novelas no son mi profesión y eso me da una enorme tranquilidad para no tener que hacer concesiones. Cuando llegue el amor, me rendiré a él, pero mientras tanto no voy a perder el tiempo.

Cuéntame algo de tus aficiones. ¿Ves mucho cine? ¿Lees blogs? ¿Encuentras cosas interesantes en la Red? Recomiéndame algo.

Soy cinéfilo. Cinéfago racheado. Para mí las películas no son sólo un entretenimiento sino lugares que habito. Por eso soy muy visceral con lo que me gusta o con lo que detesto. Ahora estoy en una de esas fases de repasos clásicos que evitan que me enfrente a la aburrida oferta actual. Aunque siempre surge algún título renovador que da esperanzas.

De webs y blogs deberíamos hablar largo y tendido. Me gustan más los blogs en la medida en que algunos ofrecen las vísceras del autor abierto en canal. Te encuentras espacios de aprendizaje, como las bitácoras de rodaje de Álex de la Iglesia, hay lugares para la reflexión, el hermanamiento, e incluso el odio…

Hay un blog fascinante, La Voz del Maniquí, que aprovecha magistralmente las particularidades del nuevo medio. La autora, una verdadera poeta del escaparate, publica la foto de un maniquí diferente cada tres días. Lleva así varios años y el catálogo es impresionante. Lo mejor de todo son las breves palabras que dedica a cada entrada, entre infantil, brutal, enamorada, doliente… Me encanta visitarlo cada semana y ver qué engendros se han añadido a la enorme familia. Un generoso ejercicio el de esta mujer que me llena de gozo. Esa fascinación por el maniquí…

En ausencia de Taylor. Aerografía original de Fernando Cámara

Me despido de ti recordando una frase que siempre me ha gustado, del médico francés Alphonse Bertillon. Pienso que te puede interesar. “Se puede ver sólo lo que se observa, y se observa sólo lo que ya está en la mente”.

Je suis Bertillon.

Saludos cordiales y mucha suerte con Necróparis.

J

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